LOS ORIGENES
La advocación
"María Auxilio de los Cristianos" arranca históricamente desde el
siglo XVI. Se tiene constancia, en efecto, de que, hacia el año 1558, ya
figuraba esta invocación en las letanías que se acostumbraban recitar en el
santuario de Loreto (Italia). Estas letanías llamadas "lauretanas"
—por referencia al lugar— fueron aprobadas por el Papa Clemente VIII en 1601,
con exclusión de todas las demás que circulaban en otras partes. Con esto,
obtuvieron, por así decir, una aprobación oficial y la garantía necesaria para
difundirse en el ámbito del mundo católico. María Auxiliadora es hoy conocida
en todo el mundo. La advocación "María, Auxilio de los Cristianos"
comenzó entonces a hacerse general.
Victoria de 1571
En 1571 los turcos amenazaban con
invadir Europa entera. El 7 de octubre, con el auxilio de María, la flota naval
de Juan de Austria venció a las naves turcas en Lepanto. San Pío V consagra
este día a Santa María de la Victoria y del Rosario y la invocación "María
Auxiliadora de los Cristianos" se difunde entre el pueblo.
Durante las guerras religiosas del siglo
XVI
De hecho, el centro de expansión radicó
en aquellas tierras de Alemania meridional, que, a pesar del triunfo
protestante, se propusieron mantenerse fieles al catolicismo. Como es sabido,
en 1618 estalló la última de las llamadas "guerras de religión", que
en historia se conoce con el nombre de "guerra de los treinta años"
(1618-1648). Los príncipes católicos y el pueblo comenzaron a invocar a la
Virgen Santísima con el título de "María Auxiliadora" y acudieron en
peregrinación a una capilla que con esta denominación, se había levantado a la
Virgen en la ciudad de Passau (Alemania). En medio de las mil vicisitudes de la
guerra, de la peste y del enfrentamiento religioso de aquellos tiempos, los
católicos de Baviera (capital, Munich) y del Tirol (capital, Innsbruck) se
sintieron particularmente protegidos por la Santísima Virgen y experimentaron
una verdadera renovación espiritual.
Este movimiento mariano estuvo alentado
y guiado por los Padres Capuchinos y por una Cofradía de María Auxiliadora que,
una vez reconocida por el Papa Urbano VIII en 1627, se convirtió en promotora
de la nueva devoción mariana. En ella muchos creyeron encontrar un medio seguro
para salvar su fe católica y la libertad de sus tierras.
Los turcos atacan Viena en 1683
Junto a las convulsiones religiosas y
sociales provocadas en el centro de Europa por la crisis protestante, surgió el
ímpetu del Islam. En 1683 los turcos, capitaneados por el visir Kará Mustafá,
ponen sitio a Viena, capital del Imperio. El Papa Inocencio XI (1678-1689) vio
entonces en un serio peligro la existencia de la Europa cristiana, y decidió
concertar una alianza entre austríacos, alemanes y polacos para detener aquella
inmensa amenaza. El esfuerzo del pontífice fue gigantesco. Mientras tanto, los
predicadores de la cruzada caldearon con su palabra el espíritu de las gentes,
porque lo que periclitaba era, en definitiva, el ser o no ser de una Europa
bajo el signo cristiano.
Ahora bien, hacia tiempo que la devoción
a María Auxiliadora había llegado a las regiones del imperio, y, por eso, ante
aquella nueva coyuntura realmente difícil para el mantenimiento de la fe, los
creyentes acudieron a la protección de la Virgen María. "La invocación
‘María, ayuda’ (‘María hilf!’) —afirma un historiador— recorrió todas las
regiones de Alemania y Austria".
La victoria fue para las fuerzas
cristianas, aunque las islámicas eran tres veces superiores. Viena quedó
liberada. Una vez más, los pueblos experimentaron la ayuda de la Virgen
Auxiliadora.
La devoción se extiende al norte de Italia
Como se ve por las brevísimas notas
históricas que anteceden, la devoción a la Virgen bajo el título de
"Auxilio de los Cristianos" aparece en la vida de la Iglesia con una
clara significación religiosa y social.
Más o menos por la misma época —a lo
largo del siglo XVII— esta devoción pasó desde Baviera al norte de Italia y, en
entró, al ducado de Saboya, cuya capital era la ciudad de Turín. Aquí la
encontraría y la actualizaría el santo fundador de la Familia Salesiana, Juan
Bosco, a mediados del siglo pasado. Pero a comienzos del mismo el Papa y la
Iglesia habrían tenido una nueva experiencia de liberación.
Napoleón Bonaparte y Pío VII en 1814
Juan Bosco nació en una pequeña aldea
del antiguo reino del Piamonte, el 16 de agosto de 1815. Un poco antes, se
había hundido para siempre la estrella de Napoleón Bonaparte. Todos los
piamonteses, pero en particular las gentes del campo, tuvieron la impresión de
haber salido de una pesadilla muy desagradable. Napoleón, en efecto, entre
otras cosas había ultrajado gravemente a dos Papas, a Pío VI (1775-1799) —que
murió en el destierro— y a Pío VII (1800-1822) que fue víctima personal del
despotismo napoleónico. Alejado de su sede de Roma y prisionero durante cinco
años (1809-1814), el pontífice imploraba el auxilio de María, invitando al
mismo tiempo a los cristianos a encomendarse a ella. El emperador francés tuvo
sus primeras derrotas durante el invierno 1813-1814. Entonces Pío VII se vio
libre y pudo encaminarse hacia la ciudad de Roma, donde, en medio de una
alegría general, entró el día 24 de mayo de 1814. El atribuyó aquella
liberación —propia y de la Iglesia entera— a la protección de la Virgen y, en
consecuencia, instituyó la fiesta litúrgica de María Auxiliadora, la cual debía
celebrarse en Roma y en los Estados Pontificios en el día aniversario de su
solemne retorno a la capital del mundo católico (Decreto del 16 de diciembre de
1814).
Fue un paso más en el camino progresivo
de una devoción mariana, que, por su origen y desarrollo tenía ya una
significación esencialmente eclesial. Las aportaciones espirituales,
pedagógicas y sociales de San Juan Bosco en torno a esta devoción se sitúan con
absoluta exactitud dentro de las perspectivas históricas aquí revisadas.
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